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No soy bisexual, solo soy mujer

  • El Bastardo
  • 16 jun 2016
  • 3 Min. de lectura

Después de darme cuenta a los 21 años que mi vida sexual dependía de otra chica, pensé dividir todo en dos. El régimen amoroso seguiría las normas clásicas de un chico con bombones y cartas cursis dirigidas a mi, esperando fuera de mi casa. Alguien que pudiera presentar a mis amigos y familiares.

Aunque para sentirme completamente feliz, necesitaba siempre a una mujer escondida entre mis sábanas.

Vanessa llegó a mi vida de una manera peculiar. Uno de sus amigos pretendía meterse en mis bragas, asi que ella se acercó a mi para intentar persuadirme de acostarme con él. Inesperadamente ella y yo nos volvimos muy cercanas. Nunca supe cuál era el motivo, pero ir a perderme entre edificios de la preparatoria con ella me resultaba sumamente satisfactorio.

Su cabello era largo y negro, un fleco que enmarcaba sus grandes ojos color avellana, su delicado cuello marcaba una delgada vena que invitaba a tu vista a llegar a sus pechos. Sus piernas eran fuertes, pero nunca comprendí cómo es que sus pequeños y feos pies servían de soporte para tal monumento.

Recuerdo que ella me tenía en cuatro, el enorme pene de plástico destrozaba mi vagina. Ella me sujetaba el cabello y me gritaba cuan puta era. Yo solo podía asentir y gemir.

-Si mi señora, soy una puta, más duro por favor, esta puta necesita sentir el rigor de su castigo. Pensaba.

El cuarto estaba oscuro, el aire olía a sudor y su perfume de manzana. Fue mi turno. Yo soy un tanto más ruda, tomé un cinturón con el miembro artificial, tomé mis bragas del suelo y las metí en su boca. Con las sábanas me las arreglé para enredar sus manos y sujetarlas a la cabecera de la cama.

La quería de frente, necesitaba ver sus pezones rosas y sus lágrimas brotar de sus ojos cuando la penetrara. Puse sus piernas a la altura de mis hombros, no sin antes hacer un recorrido con mi boca, mordiendo sus pechos, cuando me levanté y ajusté el cinturón para penetrarla, justo cuando sus ojos se cerraron no sé su por placer o por dolor...

¡Desperté!

Por las noches despertaba sudando, con los pezones erectos y el sexo húmedo. Deseaba con todas mis ganas que aquella mujer estuviera conmigo, con la boca dispuesta a devorar mis tetas. Con la curiosidad de investigar que tan rápido su boca o sus manos me llevarían al orgasmo.

Nunca pasó. Aunque a estas alturas de la vida la curiosidad de estar con una mujer es algo que sale frecuentemente en una conversación, nunca tuve el valor de proponer algo. Ella se alejó de mi. Las drogas, su novio, las mentiras.

Entre chicas siempre existirá la complicidad de la perversión inocente, compartir opiniones sobre el tamaño de nuestros pechos, secretos de como lucir mejor. Llegando incluso a tocarnos de manera de broma, pero cuando ella apretaba mis pechos podía sentir un chorro de libido escurrir por mis muslos, deseaba que lo hiciera más fuerte. Que de la nada subiera mi blusa, haciendo a un lado cualquier cosa que le estorbara para morder mis pechos, ya sea mi ropa interior o su maldita heterosexualidad.

¿Es normal no? desear a una mujer, después de todo somos lo más hermoso del mundo. La forma en que nuestra espalda se arquea cuando nos entregamos a quien sea, no es que sea bisexual ni nada, simplemente soy mujer y tengo la humildad para confesar que me deseo a mi, a través de mis iguales.

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